El recuerdo sigue muy vivo y me produce la misma sensación de ansiedad sobrecogedora. Acababa de empezar mi ministerio a tiempo completo y me enfrentaba a la tarea de predicar al menos una vez los domingos y a menudo también en la reunión de oración de mediados de semana y en la de estudio bíblico. Ya tenía experiencia de hablar en público y me ilusionaba esta faceta del ministerio, la parte dedicada a la predicación. De hecho, ya desde el principio sabía que aquello era
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